lunes, 7 de septiembre de 2009

*Sunmoon. (Capitulo 4)

*Sunmoon.

El anciano me miró con unos ojos acogedores, cálidos y honestos. Él no era muy grande, su barba era relativamente corta pero totalmente blanca, supuse que se estaba quedando calvo, porque tenía solo una franja de cabello canoso dejando al descubierto su cabeza en la parte frontal. Los jóvenes eran dos varones y una muchacha. Uno de los jóvenes era alto, bronceado, con su melena rubia que le llegaba hasta por debajo de los hombros, tenia ojos marrones y una sonrisa franca; el otro joven era morocho, tenia el pelo corto y negro, hay que admitir que sus ojos eran rarísimos, una mezcla de marrón clarísimo y anaranjado, era alto y musculoso, pero desde que había entrado me había mirado con recelo; y la muchacha era hermosísima, su sonrisa iluminada su rostro, sus ojos eran grises intensos, sus facciones eran cálidas y su pelo liso y sedoso color castaño oscuro llegaba a su cintura. Nos miramos unos minutos en silencio hasta que le anciano habló.

- Hola Angela, te estábamos esperando.
Lo quedé mirando con cara desconcertada y confundida; el conocía mi nombre.
- Eh… ¿Cómo sabe… -no llegué a terminar la pregunta.
- ¿Tú nombre? –completó el entre una sonrisa franca y simpática- te lo dije, te estábamos esperando…
- ¿A mi? No, debe de haber una confusión, yo…
- Tú eres Angela, la nieta de Tomás…perdón, que descortés que soy; yo soy Coha y ellos son: Zac, –dijo dirigiéndose y señalando al de melena rubia; este alzó la mano y me saludó desde lejos mientras sus labios se curvaban en una sonrisa; repetí su acción y lo saludé- él es Quilla –dijo señalando al morocho que me miraba con recelo con sus ojos raros; el me miró y luego apartó su mirada hacia la ventana- y ella es Mawal –señaló a la chica, ella cruzó la distancia que nos separaba y me dió un cálido abrazo.
- Mucho gusto –dijo con sus labios curvados en una sonrisa.
- Igualmente –dije un poco confundida.
- Vamos a sentarnos a charlar –me invitó Coha, el anciano.
- Bueno… -articulé las palabras; estaba realmente confundida: ¿Qué era todo eso? ¿Qué hacían los jóvenes allí? ¿Qué hacia yo allí?
- Angela… -interrumpió mis pensamientos el anciano- supongo que debes tener muchas preguntas… ¿no? –yo asentí- no te preocupes, vas a tener respuestas, primero… -señalo, pero yo lo interrumpí.
- ¿Estoy en Sunmoon?
- Así es –me confirmó- ¿has oído hablar de este sitio? –preguntó.
- En realidad mi abuelo me dejó una carta junto con esto, –tomé el camafeo en mis manos- pero nadie me ha hablado de este lugar…
- Entonces supongo que sabrás para que estas aquí…
- No, eso es lo que todavía me pregunto –escuché como una risa, más bien un bufido emitido por el de los ojos raros, Quilla; no me estaba cayendo del todo bien, pero lo ignoré.
- Bueno, entonces empecemos por el principio…como sabrás hay cuatro elementos elementales; el viento, –dijo señalando a Mawal, ella levantó la mirada al techo y una brisa cruzó la habitación- la tierra, –dijo ahora señalando a Zac, inconfundible por su melena rubia, el miró al piso y este tembló apenas unos segundos- el fuego –dijo señalando a Quilla, él miró enfrente de él y una llama salió de la nada y se extinguió más rápidamente aún- y…
- El agua –apunté; el dedo del anciano me estaba señalando- y esto… ¿Qué significa exactamente?
- Esto significa que eres la heredera, del legado de Tomás…que poseés el control sobre el agua.
- ¿Eh? –sentí como mis ojos se salieron de sus órbitas, eso era imposible- no, eso no puede ser…porque si yo heredé algo de mi abuelo, eso significa que el también podía controlar el agua…y eso es imposible –me levanté de la silla en señal de irme; el anciano me miró y me invitó a sentarme de nuevo.
- Estás en lo cierto, tu abuelo también controlaba el agua.
Me dejé caer en la silla.
- Pero yo no se nada respecto al agua. ¡No se nada respecto a nada! -mi voz era un susurro.
- Igual que ellos tres al principio, y míralos ahora –los señaló con orgullo en sus facciones- Quilla fue el primero en llegar, luego vino Mawal y hace muy poco tiempo llegó Zac; ninguno tenia idea de su verdadero potencial, ninguno –aclaró- estaba seguro de nada.
- Es muy confuso al principio –intervino Zac.
- Demasiado –aseguró Mawal- pero después te acostumbrás…
- Bueno, demasiado por una tarde. –dijo Coha- Ya anocheció, vayan cada un a su Tapí y mañana seguimos, hasta mañana. Ah y…Quilla –apuntó- guía a Angela al suyo.
- Genial –murmuró éste enojado; se levantó y se acercó a la puerta, dejo pasar a Zac y a Mawal y éstos se perdieron en la oscuridad de la intemperie, pero Quilla se quedó parado junto a la puerta- ¿venís o no? –preguntó impaciente.
Yo no me había percatado de que seguía inmóvil en la silla.
- Sí –respondí y me apresuré a la puerta.

Salimos a la oscuridad en silencio hasta que llegamos a las cuatro casitas que formaban un arco, tomó rumbo hacia una y llegamos hasta su puerta. Él la abrió y entró, yo lo seguí. Una vez en el interior, prendió la luz y pude ver; era muy parecida a una habitación en suite de un hotel, había un sillón contra la pared, debajo de la ventana, de aquel perfecto cuadrado del recibidor con un televisor enfrente. Bajando los tres escalones, se encontraba un rectángulo, era el dormitorio y se veía una puerta entreabierta en la pared más lejana, el baño.
Todo estaba pintado de un color marfil, y el piso tenía una moquete color caramelo, el contraste era hermoso.
Había olvidado que Quilla estaba allí hasta que se encaminó a la puerta para irse.
- ¿Qué es esto? –le pregunté.
- Tu Tapí.
- ¿Mi qué?
- Tapí, es tu ‘habitación’ –dijo haciendo comillas.
Me dirigí al sillón y me senté. El miedo me mataba por dentro y se mostraba en mis manos temblorosas que llevé a mi cara para secar mis lágrimas.
Sentí que la puerta se cerró, supuse que Quilla se había artado de una llorona como yo en ese momento, pero no saqué mis manos de mi cara para averiguarlo.
Sentí que algo tocaba mi hombro, subí mi mirada para ver que era…era una mano, seguí la línea del brazo y allí estaba Quilla.

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